Césped artificial y administraciones públicas. Norcesped
05/08/2018

Ayuntamientos, Diputaciones y Comunidades Autónomas

Pisan en Verde, el verde del césped artificial

 

Hasta 495.000 euros puede ahorrar un Ayuntamiento en un plazo de 10 años si se apuesta por un campo de este material en lugar de hierba natural.

La rentabilidad económica que lleva aparejada una superficie de césped artificial hace cada día más apetecible el impulso de un proyecto de estas características en el ámbito municipal. La propia Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) ha percibido un creciente interés entre las administraciones locales por la puesta en marcha de tales instalaciones deportivas. Las cifras son elocuentes.

Por ejemplo, el análisis comparativo recogido en un acreditado estudio de la Universidad de Granada, elaborado por el profesor Aurelio Sánchez, revela que el gasto anual destinado al mantenimiento de un revestimiento sintético es un 75% más reducido que el de un terreno natural -6.457 euros al año frente 25.264-. Todo ello, cumpliendo con las características biomecánicas que requiere el fútbol y con unas cualidades casi idénticas en textura y color.

El informe detalla que, en el primer caso (césped artificial), el desembolso de todo un ejercicio se sitúa en una cantidad media de 6.457 euros, con un desglose aproximado de 907 euros en agua para riego, 3.750 en mano de obra y 1.800 en amortización de maquinaria. En el segundo caso (hierba natural), el gasto anual asciende hasta 25.264 euros, pues repuntan todos los costes (en riego, 4.199 euros; mano de obra, 5.099 euros; maquinaria, 3.600 euros) y se multiplican las consignaciones (descompactación y aireación, 2.616 euros; nivelación, 5.400 euros; renovación de césped, 1.950 euros; abonado, 2.400 euros). Hay que tener en cuenta que el importe destinado a fertilizantes, abonos o pintura de líneas de juego prácticamente desaparece con la primera opción.

Cálculos similares a éste son los que han convencido a cientos de ayuntamientos españoles sobre la viabilidad de los campos de césped artificial. Con ello, los tradicionales terrenos de hierba o de tierra están siendo transformados progresivamente con suelos sintéticos, lo que está propiciando a su vez la modernización y renovación de otros equipamientos asociados a los complejos deportivos (vestuarios, graderío, accesos). Una consecuencia directa que se observa con este cambio es el incremento del número de usuarios que emplean las instalaciones, atrayendo además a un espectro de aficionados más heterogéneo en edad y nivel físico. En definitiva, la experiencia confirma que estas iniciativas aseguran una promoción del deporte local.

Igual de interesante resulta la alta rentabilidad que aporta desde un punto de vista social. Así, las posibilidades de uso (en óptimas condiciones) se triplican en una instalación de hierba sintética en relación a un campo natural. En el pavimento artificial la utilización es ilimitada y puede prolongarse a lo largo de los 365 días al año. El citado estudio sitúa su rendimiento medio en unas 26 horas a la semana, de manera que presta sin problemas 32.064 servicios en todo un año. Por el contrario, en la hierba natural las posibilidades de uso se ciñen a nueve meses al año (270 días) con una cadencia de 11 horas a la semana, acogiendo anualmente una media de 10.164 servicios, más de 21.000 menos que con la preferencia anterior.

El mayor potencial de uso redunda asimismo en una mayor capacidad recaudatoria de los ayuntamientos o gestores del campo, ya que el volumen posible de ingresos proveniente del alquiler de las instalaciones es notablemente superior al de una superficie tradicional, bien de hierba natural o de tierra. De acuerdo con los valores medios estudiados, un campo artificial puede alquilarse un promedio de 1.336 horas al año, lo que, con una tarifa estimada de 42 euros por hora, se traduce en una retribución de 56.112 euros (9,35 millones de las antiguas pesetas). Esta cantidad llega a duplicar el aprovechamiento de un campo natural, cuyas opciones de arriendo están limitadas por las razones físicas expuestas anteriormente (423,5 horas de servicios al año frente 1.336 del artificial), lo que hace que la recaudación se sitúe en 25.410 euros (4,2 millones de pesetas). Y eso, a pesar de que su tarifación es más elevada (unos 60 euros por hora).

En conclusión, si al menor gasto de mantenimiento se le suma la capacidad de recaudación por alquiler, el rendimiento económico de una cancha sintética resulta redondo. El informe de la Universidad de Granada, que utiliza para sus cálculos el caso práctico de una instalación real, sostiene que el ahorro en un plazo de diez años puede ser de 495.000 euros (82,36 millones en pesetas). Por tanto, en un breve periodo de tiempo se amortiza el mayor coste que tiene la implantación inicial del césped artificial respecto al natural. A ello se suma que la durabilidad, que es ampliamente más elevada en el primero, con una esperanza de vida de 10 a 15 años.

Los beneficios apuntan en varias direcciones, dado que la cantidad ahorrada puede destinarse a otros gastos y necesidades del área de deportes. Además, no existe un aumento en el número de lesiones sobre césped artificial y resulta favorable para el medio ambiente, al tener un bajo consumo de agua y utilizar materiales reciclados, como el granulado de caucho procedente de neumáticos fuera de uso.

Existen otros aspectos destacados que deben tenerse en cuenta al enfrentar los pros y contras que ofrecen uno y otro campo desde el punto de vista del gestor. A este respecto, es preciso recordar que el césped artificial ofrece una mayor polivalencia que otras superficies, al poder acoger desde un partido de fútbol profesional a uno amateur, o desde un entrenamiento a una actividad incluso no deportiva, sin daño alguno para el pavimento. Y muy al contrario de lo que sucede con el natural, tampoco se ve afectado por contingencias de carácter climático, ya sea el calor, la lluvia, la nieve o el hielo, o por limitaciones de uso por necesidades del mantenimiento.

Otro atractivo financiero de este mercado para los ayuntamientos es el de las subvenciones. Conscientes de las oportunidades que presentan los campos artificiales, en los últimos años buena parte de las administraciones autonómicas y provinciales han activado líneas de ayudas para subvencionar a las entidades locales en la puesta en marcha de este tipo de inversiones.

Uso decorativo

Además de las bondades que la alfombra verde ofrece al mundo del deporte municipal, existen otros ámbitos en los que este material puede ser de utilidad en la acción de gobierno municipal. Este es el caso de la vertiente de uso decorativo de césped artificial, que permite el desarrollo de un urbanismo más sostenible y comprometido con el medio ambiente.

 

césped artificial obra pública

Césped artificial obra pública

Determinados espacios urbanos, parques y jardines, o dependencias municipales son algunas de las localizaciones donde los revestimientos sintéticos tienen salida, sobre todo en regiones secas. Su implantación tiene un claro componente ecológico, ya que permite ahorrar grandes cantidades de agua a los consistorios e integrar así directrices medioambientales, teniendo en cuenta las actuales limitaciones de este recurso y la necesidad de impulsar un uso eficiente. Un cometido en el que las instituciones públicas tienen un papel decisivo, pues deben dar ejemplo a la sociedad con sus actuaciones.

Siguiendo en esta línea, cabe destacar que el césped artificial se ha erigido como una herramienta eficaz en el urbanismo. La aplicación de este material en el paisajismo urbano de las ciudades (parterres, rotondas) está cada vez más extendida al ofrecer soluciones muy ajustadas a las necesidades. Un ejemplo destacable es el nuevo tranvía de Parla, que ha utilizado césped artificial para ornamentar el recorrido de la línea.